
No deseé la llegada de ese cruel momento,
la llegada de esa tristeza que abate al inocente,
de esa soledad vestida de jolgorio infernal,
de esa amistad perdida en envoltorios dudosos.
No quise que llegaran esas miradas vacías,
esos ojos que sibilinamente fingen aprecio,
que cínicamente se disfrazan mientras reciben tu ayuda
pero cuando tienen que devolver cariño, se vacían,
ponzoñosamente se gangrenan, se llenan de pus,
y se olvidan del amigo, de la inoportuna enfermedad,
dan la espalda a quien les socorrió y siguen su camino,
su senda cínica de miradas vacías,
sus decrépitas vidas sociales oportunistas,
su ausencia de palabras entre tanta charlatanería.
Cuando llega ese momento, se instaura como eterno,
como inamovible en su apariencia rimbombante,
pero mi mirada ya no busca horizontes ilusorios,
ojeadas altivas, vacuos abrazos de supuestos amigos,
sentimientos que nunca fueron verdad,
que nunca pasaron de ser meras
miradas vacías.
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