Ese silencio espantoso me llenó el alma de inquietud. Los ronquidos tranquilizadores de mi padre enmudecieron. El constante gasear de mi hermano mayor apagó la aromática sonoridad apestosa. El hablar entre sueños de mi madre dejó colarse el inquietante mutismo. Vi los perfiles de los tres entre la oscuridad, del espíritu de una boca que no lo era me salieron besos inmensos hacia mis seres queridos.
Sin casi darme cuenta de ello, una luz cegadora me deslumbró la vista. Un hombre tiraba por mí de dentro de una especie de cueva. Me cortó algo que se enredaba en el ombligo. Me cogió de los pies y me dio un cachete en las nalgas que me hizo llorar. Una mujer me quitó de los brazos del hombre y me empezó a lavar. Me enrolló en una manta y me depositó en el regazo de unos ojos que me miraron con un amor que jamás olvidaré.
¡Y que esa mirada de amor ya me sonaba!
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